31/5/06

Sobre el debate de ayer

Lo más interesante del debate sobre el estado de la nación de ayer en el Congreso fue lo que no se dijo. Prácticamente, no se habló de ETA o, por lo menos, Rajoy no usó los argumentos habituales en su partido y complementos mediáticos para intentar sabotear el así llamado proceso de paz.
Eso debe significar que este hombre está intentando poner orden en el gallinero, porque el no haber transformado la sesión de ayer en una degollina no debe haber complacido a Acebes y Zaplana (el falangista y el aventurero) , es evidente que ha jodido a Jiménez Losantos, Pedro J. y demás.
Estaría bien que -aún a costa de ser criticado por el talibán matutino y sus secuaces- Rajoy vaya tratando de asumir su responsabilidad como presidente del mayor partido de la oposición y trabaje -en la medida en que un político es capaz de hacer tal cosa- un poco por el bien de España y no sólo por evitar la reelección de Zapatero.
Lo que no pudo evitar fueron los tics contra el Presidente del Congreso que parecen formar parte de las últimas tácticas populares. Quedó un poco ridículo su cabreo de niño de colegio porque le dijeran que su tiempo se acababa. Desde que yo recuerdo, la escena se ha repetido en todos los debates, pero no así la airada reacción del parlamentario de turno. En fin... una de cal y otra de arena para consumo interno. Eespero.

30/5/06

Mrs. Coolwater

Como tengo una época bastante agobiante del curro, voy a echar mano del almacén de recursos para mantener vigente el blog. Así que ahí va otro de mis famosos cuentos de guerra.


Mrs. Coolwater


Fui piloto de caza, nunca de bombardeo y doy gracias a Dios por ello.
H.R. Allen, Wing Commander


La guerra había conferido al cabo primero Wodehouse una perspectiva vital de índole filosófica que comenzaba a presentar ramificaciones inquietantes. Al poco de llegar a Inglaterra le había sorprendido la frecuencia con que era interrogado sobre su parentesco con un –al parecer- célebre escritor. En principio, ello le produjo cierto desasosiego. Paulatinamente, el desasosiego fue cediendo el paso a alguna clase de satisfacción; de modo que hacía tiempo que no mostraba desconcierto, ignorancia ni prevención: realizaba algunos comentarios evasivos que podían interpretarse como un vago asentimiento. Cuando comenzaron a circular rumores de que el célebre autor de Jeeves –siguiendo ejemplos ilustres- se había alistado voluntario en la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, decidió tomarse las cosas con calma, ante el temor de resultar desenmascarado.

Pero el daño ya estaba hecho. Desconociendo por completo la obra (y la edad) de su homónimo, había adquirido ciertos aires intelectuales, tomados de personajes que aparecían en las películas (generalmente profesores con gafas, de mediana edad) y buscaba en el diccionario palabras infrecuentes, que empleaba en sus conversaciones con los compañeros. Dicha costumbre le había labrado una reputación de hombre culto que era dable observar en los momentos de descanso, cuando los demás aviadores le consultaban a voces mientras hacían crucigramas. Además, leía. Incluso en público.

Lo que comenzara siendo un apoyo a la construcción de su personaje, pronto se convirtió en hábito sincero. Desde que terminó su educación escolar, raras veces había ido más allá de los resultados de la liga de béisbol; mas ahora devoraba con creciente interés el contenido de la biblioteca de la base (bastante limitada) y en sus momentos de asueto frecuentaba alarmantemente (según sus compañeros) la biblioteca municipal. A algunos íntimos les daba a entender que más bien frecuentaba a la bibliotecaria: temía el rechazo popular.

Lógicamente, esa formación autodidacta, iniciada a la tardía edad de diecinueve años, presentaba numerosas lagunas y –lejos del armonioso edificio de la formación académica- semejaba una especie de vasta construcción a medio hacer de la que asomaban, entre andamios, estancias remotas y estructuras solitarias sin finalidad aparente. Recientemente el capitán Coolwater, comandante de su bombardero -no obstante el afecto paternal que profesaba a toda su tripulación- se vio en la precisión de prohibirle embarcar lectura de ninguna clase: había comenzado a albergar el temor de que, enfrascado en su libro, no prestara la debida atención a la caza enemiga, como era su obligación. Pues el cabo primero Wodehouse era artillero. Artillero de cola de una magnífica fortaleza volante B-17 cariñosamentebautizada como Lily Langtry.

Recientemente, había sido preciso sustituir el nombre pintado en el fuselaje (no así la risueña figura de piernas interminables y rotundas exuberancias) por el de Mrs. Coolwater. Un miembro de la comisión preparatoria de la visita de Su Majestad el Rey de Inglaterra a la base, había hecho notar al mando que dicha denominación (Lily Langtry) no era adecuada para ser exhibida ante los ojos de un miembro de la Real Familia. Se aceptó la recomendación, que llegó por conducto reglamentario hasta el jefe de escuadrilla y el capitán Coolwater. El capitán reunió a la tripulación y entre jocosas referencias a los Windsor, sugirió el nombre de su madre, quien –sin duda- se emocionaría al saberse convertida en terror de los nazis. En cualquier caso, les autorizó a seguir refiriéndose al bombardero por su antiguo nombre, salvo cuando se encontrasen en presencia de algún miembro de la Familia Real Británica.
En el momento de comenzar nuestra historia, las cosas estaban así, y Wodehouse vio notablemente incrementada su fama de intelectual al desentrañar los motivos históricos que se ocultaban tras el cambio de nombre. La bibliotecaria había vuelto a rechazar su invitación para ir al cine, mas le había contado con tono extraordinariamente ácido (y probablemente algunas exageraciones) la relación existente entre el nombre de Lily Langtry ("No, no sé quién es Roy Bean") y el de Eduardo VII. Colleen, la bibliotecaria, era escocesa y su familia brindaba sobre el agua.
El cabo primero Wodehouse era un veterano. Había bombardeado Alemania en dieciocho ocasiones y, después de todo, empezaba a considerar la posibilidad de sobrevivir al cupo de misiones y dedicarse a la apacible tarea de entrenar nuevos tripulantes de B-17. Afortunadamente, en 1945, los alemanes estaban hechos una mierda y el porcentaje de bajas raras veces subía del cuatro por ciento. Eso era aceptable para el mando, pero para los aviadores significaba que –estadísticamente- la probabilidad de sobrevivir a veinticinco misiones era del cero por ciento; al menos eso decía el brigada Kasniewsky: que agotabas tu crédito a razón de un cuatro por ciento por vuelo; así que, en la misión veinticinco tenías un cero por ciento de probabilidades de volver. Claro, que Wodehouse había sido derribado una vez (sobre el Canal) y otra había conocido un aterrizaje forzoso con dos muertos y un herido grave a bordo. Por lo tanto, creía que había vuelto a empezar la cuenta desde el principio dos veces. Este tipo de cálculos era muy popular en los barracones de la base.
El cabo primero Wodehouse era, pues, –como decimos- un veterano. No siempre había sido ametrallador de cola. Antes había sido artillero de babor. Es un puesto táctico muy molesto, porque eres el único que lleva la ventana abierta y se pasa un frío tremendo a pesar del traje con calefacción. Como no era muy alto, estuvo a punto de acabar en la torreta ventral; pero era bastante reticente, con todas esas historias de aviones aterrizando de panza y aplastando al pobre artillero ventral en su burbuja bloqueada. Finalmente logró ser recolocado y ocuparse de la torreta de cola.

Rápidamente descubrió el error que había cometido. Su nuevo puesto tenía múltiples inconvenientes: se pasaba menos frío, de acuerdo, pero tenías que estar de rodillas para manejar las ametralladoras. No tuvo problema con la mira y –al fin y al cabo- una Browning del 50 es siempre una Browning del 50 (ahora tenía dos); pero cuando pasas demasiado tiempo de rodillas, te duele todo: las piernas se te quedan dormidas o te dan calambres, de manera que estás la mar de jodido justo cuando más falta te hace concentrarte, es decir, cuando tienes el morro amarillo de un FW 190 justo enfrente y ves venir sus trazadoras. Otro inconveniente es que estás lejos y al lado del water: una fortaleza volante tiene una tripulación de diez hombres, una misión dura varias horas (Inglaterra-Alemania y volver) y se pasa mucho miedo.
Pero lo peor, el verdadero inconveniente, es que vas mirando hacia atrás. No es que te marees (hay mucha gente que se marea si va sentada en sentido contrario a la marcha) al menos, no más que de costumbre. Es que eres el único miembro de la tripulación que ve lo que tú y tus colegas acabáis de hacer.

Nunca se le habría ocurrido, pero el puesto de ametrallador de cola estaba teniendo implicaciones desastrosas para su moral. El único que podía ver algo parecido a lo que él veía, era el artillero ventral; pero solía estar demasiado ocupado en dar vueltas con su burbuja como para fijarse y, además, viajaba en una especie de posición fetal muy poco acorde con la introspección y la reflexión moral. En cambio, como queda dicho y para colmo de males, el ametrallador de cola vuela de rodillas.

Esa actitud orante, y el aislamiento del resto de la tripulación durante las horas de vuelo, llevaron de un modo natural a Wodehouse a interrogarse sobre el sentido de la vida. Rudimentariamente, pero se interrogaba. La guerra, ni que decir tiene, era algo que se daba por supuesto. No se planteaba lo justo o injusto de la misma, ni sus motivos: había que acabar con los nazis y eso era todo. De modo que, al volver de su segunda misión como ametrallador de cola, el cabo primero Wodehouse descendió del bombardero –tras realizar mecánicamente las tareas pertinentes- con las manos en los bolsillos y la mirada baja.

En esta misión habían probado las nuevas bombas de fósforo blanco que, tal como había predicho jocosamente el capitán Coolwater en el briefing previo al despegue, convertirían las ciudades alemanas en cenizas y lograrían lo impensable: que el pavo que Mrs. Coolwater (su esposa, no –obviamente- su madre) carbonizaba ritualmente el día de acción de gracias pareciese comestible, al lado de lo que iba a quedar de sus teutónicos habitantes.El resultado no había desmerecido. Desde su puesto privilegiado en la cola del avión, había visto caer las bombas y cómo lo que quedaba de ciudad se convertía en un horno. Por primera vez, se le pasó por la cabeza la existencia de habitantes, como pavos que el contribuía a carbonizar hasta resultar peores que el de Mrs. Coolwater. Mientras se alejaba, pensó de un modo sorprendentemente gráfico en sus padres, su novia y sus hermanos pequeños quemándose vivos. Le estaba ocurriendo lo peor que puede pasarle a un tripulante de bombardero: estaba empezando a considerar a sus enemigos como gente.

Alguien debiera haberse percatado de todo esto. Tanto más cuanto que Wodehouse, con la gorra ladeada, las manos en los bolsillos de su mono de vuelo y la mirada taciturna, vagaba por la base pateando minuciosamente cuantos objetos de pequeño e incluso regular tamaño encontraba a su paso. De vez en cuando, miraba distraído alrededor, hasta que sus pasos le condujeron a la capilla de la base.

Allí encontró al padre O'Malley. En realidad, el buscaba al capellán protestante; pero –se dijo- al fin y al cabo, daba igual: tan capellán era uno como otro y, desde su punto de vista, la única diferencia entre un protestante y un católico es que éstos acostumbraban ser irlandeses.

El padre O'Malley, como su apellido indicaba, era irlandés y el vivo retrato de Spencer Tracy, aunque algo más corpulento y vestido de uniforme. Llevaba una estola morada al cuello y, en la mano, una Biblia y un pequeño neceser que (Wodehouse no podía identificarlo, pues pertenecía a la Iglesia Presbiteriana) contenía los santos óleos. Lamentablemente, se daba la circunstancia de que –precisamente- el padre O'Malley venía de administrar la extremaunción a los restos torrefactos del artillero de estribor de otro B-17 que había conseguido a duras penas regresar con un aparatoso incendio a bordo. También era mala suerte que el artillero carbonizado se llamara Kowalsky y, por consiguiente, hubiera sido católico.

El padre O'Malley estaba –todo hay que decirlo- ligeramente transtornado, pues su alma irlandesa no había encallecido por completo a pesar del cotidiano ejercicio del sagrado ministerio. Por otra parte, por mero reflejo, malinterpretó el acercamiento de Wodehouse, imaginando en su celo pastoral que tenía ante sí una posible conversión. Así pues, antes de nada, interrogó al artillero en demanda de una eventual ascendencia irlandesa. El hecho de que lo más parecido fuese un tío por parte de madre que había vivido en Hell's Kitchen, Nueva York, sólo le indujo a considerar más meritoria su tarea.
Hora y media después, el padre O'Malley y el cabo primero Wodehouse (en la habitación de aquél) abrían muy amigablemente otra botella de un formidable whiskey que sólo circulaba a la sazón entre el gremio de capellanes católicos de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. El padre O'Malley había ya olvidado por completo cualquier intento de atraer al artillero al seno de la verdadera Iglesia y se disponía a describirle con todo lujo de detalles el estado de su decimosexto aviador achicharrado cuando le tocó extremaungirle.

- "Y, fíjate, hijo: luego resultó que estaban tan irreconocibles que al que yo le administré los santos sacramentos era el bombardero, que se llamaba Goldstein y el rabino se ocupó del mío, que era un tal Flanagan, artillero ventral. En fin, vaya lo uno por lo otro: al fin y al cabo, todos somos hijos de Dios…"

- "¿Todos, padre?" -Wody (así le llamaban cariñosamente) se animó un poco- "¿Los alemanes también?"

- "Pues… Si, hijo, también. Un poco hijoputas, pero (¡hips!) también son hijos de Dios"

- "Y, padre, (¡hips!) los alemanes, ¿tienen familia?; ya sabe, madre y todo eso…"

- "Hombre, pues claro (aquí se detuvo a estudiar a Wodehouse, pero en seguida se distrajo) ¿Cómo crees que nacen los alemanes? Bueno, los nazis, cualquiera sabe. Fíjate la pobre madre de Hitler… En fin, hijo, bebe. Esta guerra es una puta mierda y algún día se acabará".

- "Padre, entonces… ¿todos los alemanes no son nazis?"

- "Psá… me imagino que no… Anda, no pienses tanto que es malo y bebe un poco más".

Luego resultó que, el día anterior, el capellán católico de la RAF estaba con gripe y el padre O'Malley había tenido que sustituirle para atender al navegante de un Lancaster británico cuya tripulación se había negado a bombardear más civiles indefensos. Tras un consejo de guerra sumarísimo, la tripulación al completo había sido fusilada por cobardía ante el enemigo. Una vez más, los ingleses y sus excentricidades.

No quedó muy claro si la excentricidad consistía en tener reparos de conciencia relativos al asesinato masivo de civiles o en fusilar a la gente. Pero a Wodehouse el asunto le llegó adentro. Una vez constatado este extremo, se cayó de espaldas con silla y todo, quedándose dormido allí mismo. El padre O'Malley lo observó, mientras tendía la mano ad cautelam hacia su neceser; pero, comprobando que aún respiraba, murmuró: "No… seguro que irlandés no es…" dicho lo cual, se sirvió otro vaso con sonrisa apacible y perdió el conocimiento.

………………………………

14 de febrero de 1945. El Lily Langtry, en compañía de otros 310 B-17 y unos 100 Mustang P-51, llega a Dresde. El cabo primero Wodehouse lo ignora, pero la ciudad lleva siendo bombardeada ininterrumpidamente por los ingleses desde el día anterior. Desde su puesto aún no puede ver la humareda ni el crepitar del fuego. Ya no es necesario marcar los objetivos. Ahí adelante, el bombardero está inclinado sobre su mira, listo para largar. El humo llega hasta la formación y, por un momento, nuestro hombre se aferra al disparador de sus dos ametralladoras. De repente, ante sus ojos, se extiende un panorama de desolación: no alcanza a distinguir los detalles, pero aún en pleno día se perciben los incendios.

- "Wody, ¿qué tal por ahí atrás?" –Es la voz rutinaria del capitán Coolwater.

- "Todo Ok, mi capitán".- Y escudriña el cielo. Lejos, unas cuantas explosiones de 88 que no dan a nadie.

El cabo primero Wodehouse siente, por primera vez desde sus primeros vuelos, ganas de vomitar; pero , aunque la fortaleza volante se encabrita por las turbulencias del incendio, no es el mareo.

- "¿Algo por ahí, Wody?"

Va a responder, cuando, de pronto, un Focke Wulf 190 se descuelga justo ante sus ojos. Viene directo hacia él. Comienza a disparar. Oye por los cascos las voces de sus compañeros: Kamen, el artillero dorsal dice "¡uno a las seis en punto!" y dispara. Wayne –estribor- "¡No lo veo, no lo veo!". Pete –ventral- "¿Dónde está?".

- "Wody, ¿lo tienes?".- Pero Wody no hace nada. Ha soltado el disparador y observa las trazadoras, como si el tiempo se estirase. El piloto alemán se acerca de modo suicida: puede ver su cara.

- "¡¡Wody!! ¿Qué cojones pasa? ¡Dispara!…¡¡Dí algo, hostia!!"

- "Le han dado".

- "¡No le llego, está justo a las seis!"

Todos disparan por instinto, por sentir que hacen algo por sobrevivir. El caza está apenas a unos metros y abre fuego con el cañón de 20 mm.

No ha dado a Wodehouse, porque tira a los motores. Wodehouse se admira de su fría desesperación. Piensa: ese alemán sabe que no va a salir vivo de ésta. Acaricia el disparador; pero, muy despacio, toma una decisión definitiva. Ahí abajo, el Elba brilla al sol como una cinta de acero. Es bonito. Junta las manos y –sin cerrar los ojos- observa fascinado las trazadoras mientras reza. Mientras caen en barrena, sigue rezando. No sabe a quién, pero, quien sea, no le escucha.

28/5/06

Gripe aviar

Mi amiga Splitnail me manda esto. Aunque tiene el tono algo pedorro de todos estos mensajes de pásalo, no deja de tener su miga. Ya ha salido en los periódicos, a trozos, en su momento y, en cualquier caso, es información contrastable.
Ya que últimamente han vuelto a salir noticias alarmantes, helo aquí:

Extracto de la Editorial del número 81(abril-2006) la revista DSALUD
>
> >(
www.dsalud.com)
>
> >por José Antonio Campoy
>
> >
>
> >¿Sabes que el virus de la gripe aviar fue descubierto hace 9 años en Vietnam?
>
> >¿Sabes que desde entonces han muerto apenas 100 personas EN TODO EL MUNDO TODOS ESTOS AÑOS?
>
> >¿Sabes que los norteamericanos fueron los que alertaron de la eficacia del TAMIFLU (antiviral humano) como preventivo?
>
> >¿Sabes que el TAMIFLU apenas alivia algunos síntomas de la gripe común?
>
> >¿Sabes que su eficacia ante la gripe común está cuestionada por gran parte de la comunidad científica?
>
> >¿Sabes que ante un SUPUESTO virus mutante como el H5N1 el TAMIFLU apenas aliviara la enfermedad?
>
> >¿Sabes quien comercializa el TAMIFLU? LABORATORIOS ROCHE
>
> >¿Sabes a quien compró ROCHE la patente del TAMIFLU en 1996? A GILEAD SCIENCES INC.
>
> >¿Sabes quien era el Presidente de GILEAD SCIENCES INC y aun hoy su principal accionista? DONALD RUMSFELD, actual Secretario de Defensa de USA
>
> >¿Sabes que la base del TAMIFLU es el anís estrellado?
>
> >¿Sabes quien se ha quedado con el 90% de la producción mundial de este árbol? ROCHE
>
> >¿Sabes que las ventas del TAMIFLU pasaron de 254 millones en el 2004 a mas de 1000 millones en el 2005?
>
> >¿Sabes cuantos millones más puede ganar ROCHE en los próximos meses si sigue este negocio del miedo?
>
> >O sea que el resumen del cuento es el siguiente: Los amigos de Bush deciden que un fármaco como el TAMIFLU es la solución para una pandemia que aún no se ha producido y que ha causado en todo el mundo 100 muertos en 9 años. Este fármaco no cura ni la gripe común. El virus no afecta al hombre en condiciones normales. Rumsfeld vende la patente del TAMIFLU a ROCHE y este le paga una fortuna. Roche adquiere el 90% de la producción del anís estrellado, base del antivírico. Los Gobiernos de todo el Mundo amenazan con una pandemia y compran a ROCHE cantidades industriales del producto. Nosotros acabamos pagando el medicamento y Rumsfeld, Cheney y Bush hacen el negocio....
>
> > ¿ESTAMOS LOCOS, O SOMOS IDIOTAS? AL MENOS PASALO PARA QUE SE SEPA.


Pues eso...
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  • Arroz humano

25/5/06

Lo que piensan los cardenales

Estaba yo husmeando por ahí y, en Libertad42 (MURCIA) me encuentro un enlace a esta página. es sorprendente; pero, en todo caso, no deja de ser una herramienta interesante para el curioso lector ávido de datos.

Vienen todos los príncipes de la Iglesia, con su afoto y artículos escritos por ellos o sobre ellos. En distintos idiomas.

...What the cardinals believe...

23/5/06

Llegó el deshielo a Afganistán

Civil afgano con juguete.



Esta última semana, mucho curro, pocas ganas de escribir. Pero, bueno, volvemos a Afganistán, y así le doy pie a Piolet para que nos ilustre con su sabiduría.


Hace un par de meses hablábamos de Afganistán y decíamos que en cuanto llegara el deshielo se iba a liar (más), ¿no? Pues ya ha llegado el deshielo. Hay combates a diario y muertos occidentales a diario. Ya no se limitan a escaramuzas por la frontera con Pakistán, sino que los ataques de los talibán se han extendido por la práctica totalidad del país y ataques con cientos de combatientes a la vez, y suicidas. Es curioso cómo los periodistas se empecinan en no ver cómo funcionan las cosas. Cuando digo periodistas, me refiero a la mayoría de ellos; de los que escriben en los periódicos y hacen las noticias de la tele, porque cada vez quedan menos periodistas de verdad, que saben de qué hablan. Por otra parte, me refiero a los periodistas porque, esta vez, parece que los yanquis sí han querido enterarse: la prueba es que se están pirando de allí a toda leche, dejando el marrón a la OTAN; en este caso europeos y canadienses.

España ha tenido que mandar refuerzos (los mínimos para mejorar un poco y de momento su propia seguridad : una compañía reforzada) porque la situación es que no podían hacer casi nada más que protegerse a sí mismos. De cumplir su misión de apoyo a la reconstrucción, poca cosa. Y es peligroso, dado que es una guerra, Consiguieron camuflar lo del helicóptero; pero más pronto que tarde empezaremos a tener bajas en combate que no haya más remedio que reconocer. Así que la pregunta que surge es: ¿qué hacen allí los soldados españoles?

La respuesta obvia es: a estas alturas no se podía repetir lo de Irak, porque quedaríamos demasiado mal, no sólo con los Estados Unidos, sino con el resto de la OTAN. No vamos a marcharnos de allí cuando Canadá, Holanda y Gran Bretaña están mandando dos mil soldados cada uno: nosotros mandamos 150. Estos refuerzos van a sustituir al ejército americano. Y van a comerse el marrón.

Además, a diferencia de Irak, la misión de ISAF es "legal", es decir, está cubierta por una resolución del Consejo de Seguridad, y su función es, en teoría, reconstruir el país. Colaborar con la creación de unas estructuras formalmente democráticas, (re)construir infraestructuras, sanidad, etc. y luchar contra el cultivo de opio. A ver quién abandona cobardemente tan noble tarea.

En principio, en todo aquello que mejore las condiciones de vida de la población, bienvenidos sean. Por ejemplo, el Ejército Español se dedica a hacer una carretera y sus puentes y a vacunar a los niños contra la polio y el sarampión.

Pero el problema es que Afganistán sigue teniendo una estructura feudal. El mérito de la imposición de un sistema democrático, con su presidente Hamid Karzai, ejecutivo de UNOCAL (la petrolera que quería pasar por Afganistán el oleoducto y gasoducto para sacar los hidrocarburos de Asia Central tocando los cojones a Rusia), es que ha metido a los así llamados señores de la guerra en el así llamado parlamento. Eso sí, después de haber sido elegidos "democráticamente".

Uno de los objetivos de ISAF es el desarme de las milicias feudales. Si los americanos aún no han conseguido desarmar en Irak, no ya a las milicias, sino a la simple población civil (es la ocupación de un país más rara que he visto en mi vida; yo creía que lo primero que uno hace cuando ocupa un país es publicar un bando para que todo el mundo entregue las armas que tenga y, si no, será fusilado sin formación de causa), imagínense ustedes en Afganistán. Para un afgano, su AK o su RPG (como mínimo: puede ser su tanque) es como para un español su tele, más que su tele, porque no lo necesitan para vivir, como nosotros la tele, sino para sobrevivir. Imagínense usted que vienen aquí y nos dicen que nos quieren quitar las teles, y que las teles dispararan.

Imagínense que ustedes cultivan amapola y cobran 100 euros por hectárea (por ejemplo) y que vienen los de ISAF y les dicen que no, que la amapola es muy mala y que cultiven trigo, que se lo pagan a 5 euros la hectárea y que eso es muy bueno y que eso es la democracia. En un país que no produce nada (salvo opio), donde no hay economía tal como nosotros la conocemos y donde, además, el honrado agricultor sabe que quien manda allí es el señor de la guerra de turno (no ya el grande, tipo Dostum, Hekmatiar y compañía, sino el pequeñito, el local), que, casualmente vive de comercializar sus cultivos y que es quien, al fin y al cabo paga. Obviamente, a los soldados españoles, que al fin y al cabo no dejan de ser gente razonable, ni se les ha ocurrido intentarlo, aunque los yanquis presionan a ver si terminan de cagarla.

El ataque a Afganistán en 2001 estaba justificado: tú me atacas, yo te ataco. Aunque fue la oportunidad de intentar poner en marcha los planes de control de Asia Central por parte de las petroleras americanas, lo que todo el mundo sabe y, claro, deslegitima bastante. Ahora estamos como en Irak: es evidente que esos planes se han ido al carajo y se trata de marcharse sin muchos aspavientos, dejando empantanados a los europeos y canadienses.

En cuanto a la situación general, no ha cambiado mucho; las mujeres siguen con su burka, que no era cosa de los talibán y que siempre han llevado (salvo en la época soviética según dónde y según quién) y los talibán vuelven a la política de la época de Najibulah de quemar las escuelas donde van niñas (en los últimos meses, han quemado 200) y cargarse a los profesores que tienen la osadía de dar clase a niñas; no hablemos ya de las profesoras.

Si fuera posible lograr lo que los periódicos dicen, la misión de ISAF sería de lo más noble; evitar que vuelvan los talibán es, en efecto, una noble tarea, porque son aún peores que lo que hay. Lo malo es que no hay voluntad para ello (haría falta medio millón de soldados con todo su equipo y, ¿se imaginan el Parlamento español aprobando el envío de, pongamos 20.000 soldados? ¿Y quién iba a pagar eso?) y, si se pretende acabar con los talibán e implantar una democracia occidental así por las bravas y además erradicar el opio, la tarea es imposible, porque tienes que pegarte con los talibán y con los enemigos de los talibán, y con casi todo quisque.

Por otra parte, ¿qué es un talibán? Muchos están ya en el parlamento "democráticamente elegido" y la mitad en Pakistán; no ya pegándose en la frontera del Waziristán, sino en Karachi o en Islamabad, con pasaporte pakistaní, adoctrinando a islamistas -por ejemplo- españoles mientras esperan que maten a Musharraf.

Y un factor fundamental es Pakistán ¿qué es Pakistán? Respuesta: lo que está al otro lado de la línea Durand, que se inventaron los europeos en el s. XIX. Divide en dos el Pashtustán y, como frontera, no existe mucho. Los de uno y otro lado son primos y la lían todos juntos a uno y otro lado. El ISI, el servicios secreto pakistaní, sigue apoyando, por decir algo, a los talibán, de lo que Karzai se queja mucho -el pobre- mientras Musharraf, ese democrático líder general golpista y dictador aliado, con la cabeza pregonada por bin Laden, se supone que ayuda a los americanos tanto como para que les haya parecido muy bien que tenga unos misiles con cabeza nuclear que, en cuanto consigan cargárselo, si el Mossad no lo remedia van a caer en manos de los colegas de bin Laden que ¿se imaginan? igual se los tira a la India, pongo por caso.

Así está el tema. Bonito.



Estos son milicianos afganos de la zona de los españoles; nada que ver con el supuesto Ejército afgano; son los de allí. Al fondo, un BMR.





Estos son policías afganos de la zona de los españoles; nada que ver con los anteriores, evidentemente.

(Las fotos son de DEFENSA, la de verdad, no la otra. Dado que su intépido director, Vicente Talón, es un corresponsal de guerra de la vieja escuela, espero que no se moleste. Corresponden a sendos y recomendables reportajes de V. Trujillo Casanova, que se fue a dar un rulo con los chicos, publicados en los números 331 y 335)


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16/5/06

Arroz humano

Leo en el periódico que hay un cierto follón en Estados Unidos porque una de esas empresas maravillosas que se dedican a estos menesteres han sacado una variedad de arroz transgénico que contiene genes humanos. (No sé qué pensará Jehová de todo esto, pero bueno.

El problema de los vegetales transgénicos, para el común de los mortales no pasa de ser un rollo de esos de los ecologistas (como en los años 70 lo de tirar al mar los residuos de las centrales nucleares, total, bobadas: no pasa nada) Pero me permito un par de reflexiones, a saber:

a) Una de las causas de que la gente en el así llamado tercer mundo (hoy hay ya un cuarto, creo) las pase putas, es el proteccionismo de la agricultura en Estados Unidos y la Unión Europea. Cualquier ama de casa a la antigua usanza o soltero, como yo, sabe qué precios tienen los tomates en euros y, si no está al corriente, dirá: ¿qué coño hay que proteger? Claro, a quien se subvenciona no es al agricultor, sino al intermediario, a toda esa cadena que hay entre el productor y el consumidor, que -casualmente- suele ser una empresa multinacional, a la que las subvenciones permiten comprar muy barato y vender muy caro. Como existe la PAC y su equivalente en USA, los africanos y sudamericanos no pueden exportarnos lo único que hasta ahora no estaba en manos de multinacionales occidentales (como pasa con su oro, su hierro, su uranio, su cobre, su níquel, su coltan, sus diamantes, etc); a cambio de no dejarles exportarnos tomates les dejamos exportarnos yuca o ñame que, como es sabido, son muy consumidos en Europa.

b) Pero, claro, eso no bastaba y determinadas empresas farmacéuticas o como se las quiera llamar, se inventaron lo de los transgénicos que, como todos sabemos -también- tienen la virtud de ser resistentes a las plagas, etc. y lo que les pasa a los putos ecologistas es que quieren seguir teniendo causas y por eso ocultan que los transgénicos son la salvación del tercer mundo y la solución al hambre. Son peores que Fu Manchú.

c) El pequeño detalle que suele pasarse por alto, es que los vegetales transgénicos se los ha inventado una empresa americana (o europea) y casualmente (este es un pequeño detalle sin importancia) están patentados, lo que quiere decir que cualquiera que adquiera las semillas, está pagando por ello, y no puede usarlas sin permiso (y sin pagar).

d) El último avance, son semillas transgénicas que sólo funcionan una vez; es decir: que tú las usas para plantar, pero las semillas nuevas que en condiciones normales habrías usado para la próxima cosecha, no funcionan, son "estériles" y, si quieres plantar al año que viene, tienes volver a comprárselas a Novartis o a quien sea.

Que cada cual saque sus conclusiones.

11/5/06

Choque de civilizaciones: los orígenes



En esta época de mi vida, como saben los que me conocen, en cuanto alguien me pregunta por mi signo del zodiaco (virgo, evidentemente), o mi año chino (búfalo, obviamente), mi respuesta invariable es que Grecia, Roma y la Revolución Francesa han tenido que servir para algo (vamos, digo yo). Este bonito grito de guerra me fue sugerido hace años por un vecino, todo hay que decirlo.

El origen de todo esto viene de atrás:

Yo tuve una educación rigurosamente católica y posteriormente me dediqué con cierto método a la práctica de rollos raros japoneses (eso, sí: siempre ortodoxos y siempre con japoneses, nunca con gurús belgas o argentinos)

Pero el hecho indudable es que comencé a cuestionarme, si no la existencia de Dios, sí al menos su relación conmigo alrededor de los 6 años. 1968: Mientras nuestros mayores encontraban la playa debajo de los adoquines en París disponiéndose ya a gobernarnos, yo hacía la primera comunión.

Está claro que a esa edad uno tiene una mente lógica: la misa era un coñazo, te contaran lo que te contaran; pero aguantabas estoicamente porque te explicaban que, cuando hicieras la comunión lo entenderías todo, y podrías comulgar, como los mayores; cosa que según te presentaban era –claro- la Hostia.

Entonces (yo y toda mi clase hicimos la primera comunión a los 6 años) empezaron mis dudas, porque:

a) A tan temprana edad cometí mi primer sacrilegio (y no me pasó nada) y

b) Para mi sorpresa (que no hizo sino confirmar mis peores sospechas) cuando deglutí mi primera hostia no sentí absolutamente nada, por más que lo intenté. Claro que me abstuve muy mucho de comentarlo porque por lo visto a todo el mundo le parecía que era una cosa acojonante.

Esta ausencia de fuegos artificiales y experiencias místicas se vio atemperada por el traje de marinero (herencia de mi primo Benito y heredado por mi primo Luis) y la posesión de mi primer reloj y mi primera estilográfica Parker; pero el hecho incontrovertible es que no sentí nada.

Aclaro lo del sacrilegio: antes de la primera comunión, iba la primera confesión, y yo, a ese cura (D. Jose Antonio, no es broma) que te cogía las manos con una fuerza que –sospecho ahora- iba más allá del simple objetivo de recordarte los horrores del Infierno, le mentí bastante.

Tenía tres pecados (a mi juicio mortales) que confesar, a saber:

a) En la tele de mis abuelos maternos había visto a quien luego resultó ser Monseñor Guerra Campos, arzobispo de Cuenca y baluarte del Nacionalcatolicismo –cosa que yo a la sazón ignoraba- y dije:

-- "Ese tío está loco".

Posteriormente descubriría que mi diagnóstico era rigurosamente exacto; pero, si recuerdo mis palabras justas, es porque mi abuela se descompuso diciéndome que ese señor era un Obispo y que yo iba de patas al infierno. Menos mal que tenía la primera confesión y podría confesarlo inmediatamente.

Ahí me planteé el tema: Pensé: "si le digo eso a Don Jose Antonio, no me absuelve; así que mejor le digo que era un simple cura". Pero me representé a mi confesor diciéndome:

-- "Humm... uno de los míos..." Y no me absolvía, el tío.

Así que, con gran penetración mental, opté con confesar:

-- "He llamado loco a un señor que salió por la televisión."

El pecado b) consistió en que estaba yo en la cocina de mis abuelos paternos, con la chacha que estaba preparando la comida (entonces, si eras de buena familia, tenías que tener chacha, aunque no tuvieras un duro; al fin y al cabo, era una más de la familia, y con mucho poder sobre los niños) Carmen, se llamaba, escuchaba la radio mientras trasteaba los pucheros.

Cantaba Manolo Escobar aquello de:

"Maresita María del Carmen
Yo te canto esta bella canción,
con ella te brindo mi cariño
lo mismo que si fuera un niño... etc."

Y yo, que –de verdad- no entendí bien, pregunté a Carmen quien –aunque chacha- era mayor que yo en edad, dignidad y gobierno:

-- "¿Qué ha dicho?, ¿Maldita María del Carmen?"

¡En qué hora! Carmen (sin duda por razones de homonimia) se puso sinceramente pálida y me dijo:

-- "¡Niño! No digas eso, que es la Virgen. Eso es un pecado gordísimo y si te mueres ahora mismo, vas al infierno. Tienes que confesarlo en seguida.

Este pecado me pareció tan serio que no encontré manera de dulcificarlo a oídos del confesor y –directamente- me lo callé.

c) Afortunadamente, poco después, rompí en casa no me acuerdo que cosa frágil de esas que las madres se empeñaban en dejar al alcance de los niños para poder castigarlos y le eché la culpa a mi hermana de cuatro años, lo que me permitió contar un pecado normal: un simple caso de falso testimonio que no involucraba a la Jerarquía ni a la Madre del Salvador: fácilmente absoluble para Don Jose Antonio.

En resumidas cuentas: comulgué en pecado mortal porque:

a) El primer pecado, iba bien (aunque yo no estaba del todo seguro) porque, al fin y al cabo, Monseñor Guerra Campos, aunque Obispo, no dejaba de ser "un señor", con lo que –técnicamente- no había mentido.

b) Lo de mi hermana, era un pecado estándar.

Pero C), lo de la Virgen era una omisión en toda regla y sin paliativos, cosa que no supe arreglar hasta el día siguiente, cuando ya era tarde; porque pedir urgentemente una segunda confesión a la tierna edad de seis años habría resultado sumamente sospechoso.

Me percaté de que si, para rematar mi confesión, hubiera dicho:

-- "Y he mentido a un señor".

(sin especificar que el señor era el propio D: Jose Antonio), él, como era también un pecado estándar, me habría absuelto y, entonces, habría comulgado sin cometer sacrilegio. Lo peor era que a ver quien era el guapo que confesaba después que había hecho la primera comunión en pecado mortal, que era un pecado todavía más serio: un pecado inconfesable. Así que, como por narices tenía que comulgar cada domingo, iba acumulando una cantidad de sacrilegios consecutivos que me tenía malo. A ver quien tenía huevos, con seis años, de confesar:
-- "Don Jose Antonio: aparte de pegar a mi hermana y mentir a mi madre, en los últimos cuatro meses he cometido dieciséis sacrilegios."

Afortunadamente, en días posteriores, me tranquilizó bastante que casi todos mis concomulgandos habían hecho más o menos lo mismo que yo y ninguno fuimos fulminados (V. foto adjunta).

Por otra parte, ninguno había tenido experiencias místicas ni fuegos artificiales (menos el que en la foto sale vestido de monje, que era un poco predispuesto)

En definitiva: aquí está la raíz de mi mente incrédula. Como se ve, yo era un poco retorcido; pero juro por el Bushido y la salvación de mi alma inmortal que es rigurosamente cierto. No es que dudara de la existencia de Dios (eso estaba en el ambiente: Dios era una parte más de lo normal), sino que me empecé a dar cuenta de que, por lo menos, no se fijaba especialmente en mí.

Hoy día soy más apacible y me parece muy bien que cada cual crea en el ser sobrenatural de su elección (yo mismo soy bastante devoto de Palas Atenea) mientras no pretenda obligar a nadie a que haga lo mismo.

Y como ya me extendido otra vez más de la cuenta, continuaré mañana o así; porque de lo que yo quería hablar era del así llamado choque de civilizaciones y de mi postura ante el mismo. Pero vamos a dejarlo para mejor ocasión.

9/5/06

Vais a conseguir que ponga orden

Cuando abrí este blog, mi idea era contar mis historias, como hace todo aquél que inicia un blog, y compartirlas con mis colegas y el público en general.

El objeto de los comentarios es ese: comentar los temas del blog e, incluso, entablar interesantes y fructíferos diálogos entre cibernautas. Pero, hete aquí que, casi desde el principio, determinadas gentes se han dedicado a meterse unas con otras, cuando no a caer en el cotilleo puro y simple. Hasta ahí, vale, lo admito porque yo dije que no pensaba censurar a nadie, salvo que se metieran con mi señora madre.
Pero la cosa ha llegado a un nivel realmente deleznable con algunas de las últimas intervenciones, y digo últimas: no me refiero sólo a la de ese personaje de nombre impronunciable que parece adorar a la hiena. Así que me reitero. Los insultos en ese tono los borraré.
Por otra parte, si a alguien no le interesa lo que aquí se cuenta, tiene una solución muy fácil: sigue las instrucciones de http://www.blogger.com y se abre un blog para sí y sus secuaces donde podrán cotillear libremente, exponer sus miserias en público e insultarse a placer.
Bien. En relación con lo ya dicho y mirando al futuro, os recomiendo un texto de George Bernard Shaw sobre la correcta puntuación de un texto (muy útil para la juventud) y sobre los límites de la crítica personal en público. Es parte de una carta dirigida a su colega Lawrence de Arabia, que le pasaba el borrador de Los Siete Pilares de la Sabiduría, según iba escribiendo, para que le diera su opinión.
Está aquí:

4/5/06

Si Sun Tzu levantara la cabeza...

He estado leyendo estos días algunos informes recientes del Real Instituto Elcano sobre estrategia (al final doy los enlaces). Aunque últimamente el nivel ha mejorado bastante, desde que el Instituto dejó de ser una sucursal de la Fundación FAES, en general sigue respondiendo al esquema habitual en el mundillo del análisis de Estrategia-Relaciones internacionales estándar en Occidente.

Es decir: superficialidad. Cuando se habla de un tema puntual o muy concreto, puede haber nivel, pero cuando nos alejamos un poco más para tomar perspectiva, las anteojeras siguen ahí. No es que yo sea especialmente listo. Lo que yo pueda decir, ya se ha dicho hace mucho tiempo: lo dijeron Sun Tzu o Tucídides, hace 2.400 años y, después, lo ha dicho más gente, como Liddell Hart, por poner un ejemplo. Y lo que los analistas habituales no son capaces de ver es que los principios de Sun Tzu son igual de aplicables hoy día, mientras que Clausewitz, con su mamotreto germánico, se limitó, en esencia, a analizar las guerras de Federico y Napoleón desde el punto de vista de un militar teórico alemán.

Todo columnista que quiera dárselas de listo en estos temas, cita a Clausewitz a quien me juego el cuello que no ha leído ninguno. En cambio, Emilio Botín regala a sus ejecutivos "El Arte de la Guerra", del viejo Sun Tzu. Claro, que unos son diletantes mientras que el viejo cabrón "está en lo cotidiano: la batalla."

Todos los libros de tema militar hablan de "el factor moral" como algo fundamental. La así llamada "guerra psicológica" se puso muy de moda a partir de Vietnam y las así llamadas "insurgencias" en Latinoamérica. Lo que los analistas (y la mayor parte de los militares, hasta que van a la guerra de verdad) no perciben es que esos manuales y esas tácticas de "ganar los corazones y las mentes" no sirven nunca para nada, porque pasan por alto un factor de cierta relevancia a mi modesto entender: la existencia de la realidad.

Por regla general, cuando dichas tácticas se aplican, es porque la población civil está muy cabreada porque es pobre y está jodida, y sabe perfectamente que los que vienen con sus manuales de guerra psicológica a ganar sus corazones y sus mentes, son los mismos que están armando, entrenando, financiando y manteniendo en el poder a los responsables de que ellos sean tan pobres y estén tan jodidos.

La pregunta real no debería ser "¿por qué se hacen las guerras?", sino "¿por qué la gente va a la guerra?" Robert Graves la contestó en los años veinte de forma indirecta hablando de su experiencia como oficial en la Primera Guerra Mundial: No habría guerras si sólo les estuviera permitido ir a ellas a los mayores de cuarenta años. (Adiós a todo eso, Edhasa)

La respuesta a por qué la gente va a la guerra, la da Konrad Lorenz en su libro "sobre la agresión, el pretendido mal" (Fondo de Cultura Económica), que empieza hablando de las luchas territoriales de los pececitos de colores de los arrecifes de coral y, claro, acaba hablando de los humanos. Es decir, luchamos contra los miembros de nuestra misma especie en defensa de nuestro territorio vital, donde tenemos nuestros medios de subsistencia, de nuestra prole, de nuestras hembras o de nuestra tribu. (Feministas, siento lo de las hembras, pero todavía es válido en la mayor parte del mundo, la violación masiva sigue siendo algo muy practicado en cuanto la Policía desaparece)

Es evidente, si echamos una ojeada somera a la mayor parte de las guerras conocidas, que casi ningún soldado que ha muerto en una guerra estaba defendiendo esas cosas, pero que -por lo menos hasta que no fue demasiado tarde- creía que las estaba defendiendo.

¿Eh? Eso es la guerra psicológica: la propaganda, ni más ni menos. Lo que pasa es que no va dirigida al "enemigo", sino a "los nuestros." La permanente intoxicación informativa que incluso en altos niveles académicos mantiene el análisis en la superficie y que reproduce los parámetros de una tribu de gorilas, con la pequeña diferencia de que los gorilas sólo luchan cuando no tienen más remedio y sólo lo justo para conseguir sus fines. En última instancia, prima la supervivencia del grupo. Los demás animales son lógicos: ¿qué sentido tiene luchar para conseguir una cosa buena, si no sólo no la voy a conseguir, sino que me van a matar a mí y a mi gente? Un león se pega con dos hienas, pero huye ante cinco hienas.

Pero, claro, es que no es buena para mí, ni para mi gente, sino para otros, que me usan para conseguir sus fines. Y para ello, me tienen que convencer de que lucho por mí y los míos. Eso vale para bin Laden y para Bush exactamente -digo exactamente- igual.

El problema de los analistas es una formación de especialista que consigue que los árboles no dejen ver el bosque. Para entender las cosas no hacen falta gigas de estadísticas; Suele ser más útil saber algo de Historia, ser curioso observador y tener una mente abierta; si has viajado un poco a pie por ahí, mejor que mejor.

Uno no puede desarrollar estrategias para librar la 4GW (entre los entendidos, eso es guerra de cuarta generación: un invento más de los estrategas) si parte de la base de no querer saber por qué lucha (o por qué cree que lucha el enemigo) y, sobre todo, cuando ni siquiera sabe quién es el enemigo: ¿Quién es el enemigo de los GI y de los marines americanos en Irak? ¿La gente que defiende su país de su invasión y procura matarlos por estarles puteando? ¿O sus gobernantes-empresarios que los han mandado allí para forrarse? Obviamente, los dos, pero, claro, para ganar esa guerra (digo ganar, no salvar la cara a nivel propaganda) sin dejar el país como un solar radiactivo, habría que acabar con sus causas y las causas ¡ay! están en casa.

Lo malo es que a veces tengo la impresión de que la banda de filibusteros que gobiernan el mundo, o una parte importante de ellos, realmente se creen lo que dicen. Su contacto con la realidad es tan tenue que podría ser así: al fin y al cabo no dejan de ser gorilas vestidos de Armani.

2/5/06

655321 A+

Hoy estoy de humor tétrico y no me apetece elucubrar. A cambio, un cuento tétrico:
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No hay nada ante su vista que no sea espantoso. Y ese olor, el de siempre: a humo, a muerte, a meado, a miedo. Hace ya dos o tres días que los nuestros han pasado por aquí, pero a ver quién se fía. Así que se pega aún más a la pared, evitando las ventanas, con la máquina dispuesta. Es verano, y las larvas de mosca se ocupan de engordar. Un zumbido constante lo envuelve. Al entrar la sección en el pueblo los perros se han apartado, recelosos. Las moscas, no. Las moscas no se apartan nunca.

Desde un montón de escombros, una chavalita de doce o trece años le mira con sus ojos velados. Es de color gris con manchujos pardos. Entre sus muslos asoma el mango de una bayoneta. Tiene una pierna roída hasta el hueso.

Sus padres, o sus hermanos, o sus vecinos se desparraman por ahí en las posturas más inverosímiles. Con agujeros. Hinchados, llenos de moscas; ninguno completo. Las mujeres están desnudas, o a medio desnudar, pintadas de sangre seca. Casquillos y cristales rotos. Cuerpos convulsos. Muecas desencajadas, una boca sin labios.

Junto a un muro, algunos hombres, con el pantalón en las rodillas, muestran un grumo sangriento en la entrepierna. Salpicaduras negras.

Da una patada a una mesilla de noche a medio quemar. Un gato –no una mina, imbécil- salta maullando con algo en la boca. Parece un dedo. Le sorprende que un gato arranque un dedo, pero piensa que tal vez un humano lo haya cortado antes. Un anillo. Eso lo explica todo: tiene su lógica.

Una cabeza sin cuerpo. Restos contra la pared.

Le duele la herida en la frente. Hay un latido constante. Infección. No soporta el casco.

Uno de los hombres, un recluta, vomita en medio de la calle. Otros dos salen de una casa dando voces; enarbolan una botella de vino entera, sin abrir. Se forma un corrillo para festejar el milagro. Al fondo, el estruendo monótono del bombardeo. Si fuese de noche, se vería un bonito resplandor allá, en el horizonte. El caso es que es de día, pero en sus recuerdos futuros –lo sabe- será de noche. Siempre de noche.

Miradas vacías. Humo cansino, terminándose ya. A su espalda, chisporrotea la estática en la radio. El alférez y el sargento gesticulan con un plano que el aire mece. Ni puta idea de dónde estamos, de dónde están los otros, de dónde están los nuestros.

Un tableteo creciente y, de pronto, pasan varios helicópteros atronando muy bajo. Nuestros. Uno, dos, tres, cuatro. Vuelven a por munición. Es curioso cómo el ruido atenúa el olfato. Comprobado. Papeles y hierbajos vuelan en torno. Los hombres se agachan, por instinto; o porque en las películas es siempre así.

Vigas requemadas. Pisa cristales rotos y crepitan como cucarachas. Se sienta en unos cascotes. Está cansado. Absolutamente cansado. Deja la ametralladora a un lado, con un tintineo metálico de la cinta. Como es el cachas, la ametralladora: doce kilos. Saca un pitillo y trata de encenderlo varias veces. Mira el mechero... vacío. Lo tira. Justo a sus pies hay otro. Lo coge sin preocuparse. No parece que nadie se haya molestado en dejar trampas. Además, le da igual. Sólo piensa que en un pueblo saqueado hay de todo; basta con agacharse y cogerlo.

Aspira largamente y piensa que –joder- se los fuma en tres caladas.

Gritos. Tres soldados con algo en brazos: Un niño. "¡Hostia, está vivo!" Se lo acercan. El niño, o la niña, no sabe, ni llora ¿Qué tendrá: seis meses, siete?

Echa una mirada, sin ganas. Despacio, como a cámara lenta, saca su pistola, la apoya en la cabecita y dispara. No intenta ver. Sigue mirando delante, a algún punto frente a él. Uno de los soldados grita como un loco, con algo rojo entre las manos. Los demás se quedan parados; muy quietos. Miran en torno y se lo llevan llorando como un histérico con su bulto en brazos. El, Carlos, porque se llama Carlos, y tiene una mujer y un hijo, y antes de todo esto tenía un trabajo y leía el periódico por las mañanas en el bar, con el arma en la mano, caída blandamente sobre la rodilla, muy cansado, sigue fumando. ¡Cómo le jode el casco! Puta herida...