30/8/08

Cajal



Mientras Piolet y Piños me echan un ojo a un panfleto sobre la cosa de Georgia que espero colgar mañana, estoy con Cajal. Es reconfortante. Ha sido reconfortante en Conil y es reconfortante ahora. Además, bajo esta estatua medioyacente jugaba yo en los columpios del Retiro cuando era un enano.


"... Aquella singular manera de discurrir de pitagóricos y platonianos (método seguido en modernos tiempos por Descartes, Fichte, Krause, Hegel y recientemente -aunque sólo en parte- por Bergson), que consiste en explotar nuestro propio espíritu para descubrir en él las leyes del Universo y la solución de los grandes arcanos de la vida, ya sólo inspira sentimientos de conmiseración y de disgusto. Conmiseración, por el talento consumido persiguiendo quimeras, disgusto, por el tiempo y el trabajo lastimosamente perdidos.


La historia de la civilización demuestra hasta la saciedad la esterilidad de la metafísica en sus reiterados esfuerzos por adivinar las leyes de la Naturaleza. con razón se ha dicho que el humano intelecto, de espaldas a la realidad y concentrado en sí mismo, es impotente para dilucidar los más sencillos rodajes de la máquina del mundo y de la vida.


Ante los fenómenos que desfilan por los órganos sensoriales, la actividad del intelecto sólo puede ser verdaderamente útil y fecunda reduciéndose modestamente a observarlos, describirlos, compararlos y clasificarlos, según sus analogías y diferencias, para llegar después, por inducción, al conocimiento de sus condiciones determinantes y leyes empíricas.


Otra verdad, vulgarísima ya de puro repetida, es que la ciencia humana debe descartar, como inabordable empresa, el esclarecimiento de las causas primeras y el conocimiento del fondo sustancial oculto bajo las apariencias fenomenales del Universo. como ha declarado Claudio Bernard, el investigador no puede pasar del determinismo de los fenómenos; su misión queda reducida a mostrar el cómo, nunca el porqué de las mutaciones observadas. Ideal modesto en el terreno filosófico, pero todavía grandioso en el orden práctico; porque conocer las condiciones bajo las cuales nace un fenómeno, nos capacita para reproducirlo o suspenderlo a nuestro antojo, y nos hace dueños de él, explotándolo en beneficio de la vida humana. Previsión y acción: he aquí los frutos que el hombre obtiene del determinismo fenomenal."
(Me encanta saber que, cuando yo tenía 14 años y pensaba más o menos así, contra casi todos mis profesores, tenía de mi parte a un premio Nobel, aunque yo no lo supiera - ni ellos tampoco)

Santiago Ramón y Cajal. "Los tónicos de la voluntad, reglas y consejos sobre la investigación científica". Espasa-Calpe, col. Austral, 9ª ed. 1971.
Resulta, sobre todo, especialmente reconfortante pensar que había un señor en España, en 1897, que publicase un libro cuya función era aleccionar a los jóvenes investigadores científicos para que no desfallecieran, los pobres. Y que lo que dijo hace más de 100 años siga siendo válido hoy día.

23/8/08

Pensamientos playeros

Pues aquí estoy en el Puerto de Santa María, en el bar más parecido a un bar que he encontrado hasta ahora. Digo lo más parecido a un bar y no un bar bastante majo, porque P.A.I.C. no tiene grifo de cerveza. Por lo demás, impecable.
Ya sé que es un defecto notable, pero, dado que estamos en Andalucía y los C.H.S.F. (incluso el sector Cazalla de la Sierra de CHSF) no terminamos de estar conformes con la forma de tirar las cañas de aquí, tampoco es tan grave.
(Nota desagraviante para andaluces: en Madrid, ya casi no quedan bares donde sepan tirar las cañas como Baco manda)
Charlo con el camarero y escucho la música (Tiene diversos equipos desparejos rodeados de Cd's, como debe ser) y observo que todas las canciones tratan de un estropicio hormonal que la madre naturaleza nos dio para que los machos y las hembras se atraigan mutua y recíprocamente con la finalidad de aparearse y perpetuar la especie. Y, dado que, en realidad, la única razón de ser de toda especie, desde los hongos mucilaginosos (v.l.r.) hasta nosotros, primates superiores, es perpetuarse, el estropicio hormonal ocupa en nuestros pensamientos casi todo el tiempo que no empleamos en poner a parir al jefe (antaño "macho alfa") Por tanto, lógico que los bonitos temas reflejen estadísticamente esta realidad.
Me imagino que por eso me gustan Siniestro Total y los Ilegales, que cantan de cosas razonables como bares, peleas, carreras de coches e incluso de que las osamentas carecen de pene. La verdad es que el problema de los humanos es el estar dotados de un lenguaje lo suficientemente complicado, no sólo para permitir la tradición de conocimiento no experimental entre generaciones sucesivas, con el consabido efecto acumulativo que hemos convenido en denominar cultura. No sólo, porque el lenguaje de los chimpancés y de los gorilas también les permite eso, aunque en grado notablemente menor. El verdadero problema es que es lo suficientemente complicado nuestro lenguaje como para ocupar el lugar de la realidad.
Pero -ojo- no abomino de él, ya que, como subproducto de la subsiguiente civilización, nacieron los bares.
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Nota bene: Aunque esté de vacaciones, soy un C.H.S.F., y eso se nota en que es la primera vez que vengo solo a este bar y un cliente nativo acaba de pedirme que le active la máquina del tabaco.

18/8/08

Playa

Lo sé, lo sé: debería haber colgado un cartel que dijera "Cerrrado por vacaciones hasta el 1 de septiembre", pero hasta eso me ha dado pereza: lo vas dejando, lo vas dejando y...

Como mañana me voy a la playa (la playa es un sitio para pasear por la noche oyendo el mar; a ser posible, cogido de la mano de alguien adecuada) me ha entrado un súbito ataque de energía y os diré algo.

"El presente es el futuro del pasado. La otra noche, cuando regresaba en coche a Boston, miré hacia la margen opuesta del río, hacia el poco llamativo horizonte de East Cambridge, y lo vi tal como hubiera podido verlo un hombre del siglo XIX: con un esplendor parabólico y luminoso, continua y fríamente encendido, de pirámides, de cubos de luz. Cada edificio era como una gigantesca linterna perforada que encontraba su gemela en el negro río y llenaba el cielo de dorados efluvios de energía. Incluso los brillantes anuncios luminosos -Feria de la Alimentación, Compañía Electrónica de América- parecían magníficos, inexplicables y hasta llenos de autoridad, de tan extraños. ¿Quién había puesto allí esa maravilla? Parecía como si sólo una raza de dioses pudiese habitar y dotar de energía a esa cinta de lo futuro que se desplegaba en la otra orilla del río Charles. Me quedé desconcertado, como un extranjero."

Un conocido me recomendaba vivamente a un individuo denominado John Updike. Al parecer, escritor americano. Uno de esos que salen en Babelia como presupuesto fáctico y que, si dices que no sabes quién es, te miran condescendientes. Bueno, a mí me sonaba (del Babelia, más que nada) y, hurgando en una de mis cajas de libros para tablero, encuentro una novela suya: " La feria del asilo". En descargo del autor, hay que mencionar que es su primera novela. Vale. Pero su editor no tiene excusa. Salvo que el tipo fuera el rey de las extracciones.

La abro y me encuentro con el párrafo anterior. Hacía mucho que no me pasaba: cerrar un libro y mandarlo a tablero ("sector 2 un euro") antes de terminar la primera página. Vale: la traducción es sin duda calamitosa. Pero, por mala que sea la traducción, los conceptos están ahí. Y estoy hasta los cojones de que un imbécil a sueldo de un poder fáctico editorial me diga desde las páginas de un periódico lo que debo leer. Entendido. Hay que leer basura. Así no nos preocuparemos por temas interesantes y podremos follar con tías intelectuales, incluso pedagogas o psicólogas.

En cambio, ayer me leí un best-seller apestoso de principios de los 90 sobre una hipotética conjura postcomunista en la Unión Soviética en la que, al final, hasta moría Saddam Hussein a manos de un general ruso que conspiraba contra Yeltsin. Una mierda a todos los niveles que nadie que no tuviera los huevos que tengo yo reconocería jamás en público haber leído. Pero dice esto:

"Pero le inquietaba una idea que le rondaba por la cabeza: una vez más sus pensamientos volvieron a Elizabeth Thorn, alias Judith Farrell. Tiempo atrás la había amado. Uno de los defectos biológicos del hombre, decidió, es su incapacidad para dejar de amar a una mujer. Bueno, podías deshacerte de ella, esquivarla, odiarla, amar a otra, pero una vez el amor ha arraigado no se erradicaba por completo. La herida podía cicatrizar, pero algunos fragmentos de la punta de la flecha quedarían incrustados permanentemente para que recordaras dónde te había alcanzado. Eso si eras un hombre.

Las mujeres -Toad lo sabía bien- no padecían esa deficiencia biológica. Una vez se libraban de tí, la madre naturaleza dejaba completamente limpio el panorama de su líbido, tan limpio como la arena de la playa barrida por una ola, listo para que la siguiente víctima dejara en él sus huellas como Robinson Crusoe. Y para que, como un incauto, estuviera convencido de que era el primero y el único. Asombrosamente, para ella lo sería."

Vale. El estilo no está muy pulido y los símiles son patéticos. Aunque (en traducción) no tiene nada que envidiar al literato reconocido por El País. Pero el hombre suelta grandes verdades del modo más inocente nada más abrir el libro. "El jinete rojo" Stephen Coonts (presumible pseudónimo). No se lo vayan a comprar si por casualidad lo encuentran en El Rastro, que es muy malo; de hecho, esta misma tarde va a la caja de la BFI de libros gratis, el que quiera que se los lleve.

Ya sé. Ustedes pensaban que yo iba a romper mi silencio vacacional hablando de Mauritania, o de Georgia y sus oleoductos. Pero, ya ven: no.

Es que me voy a la playa.

Nota Bene:
Aunque a Piolet le pese, lo del telediario de ayer eran unos T-62 costrosos y sin otro gadget que unas parrillas anti-RPG soldadas a los lados: no eran rusos. Tampoco georgianos; seguramente, sudosetios. Lo que significa que, al contrario que los americanos, los rusos tampoco se habían dejado una pasta en armarlos (total, ¿para qué?)

Coda:
¿Alguien recuerda el desfiladero del Pankisi?