17/7/09

No me he ido



No me he ido de vacaciones. Es que estoy empollando para un articulillo sobre esa leyenda urbana que dice que los chinos no pagan impuestos. Tengo tantas discusiones sobre el tema y tan acaloradas, que no me ha quedado más remedio que dar una respuesta definitiva y olvidarme del asunto. En breve en estas páginas.

Mientras tanto, os dejo con lo que queda de The Killer, que anoche tocó en la Casa Campo y nos lo pasamos pipa: Mahou, bocatas, colegas y el abuelete tocando. Además, lo bueno que tiene esta gente mayor es que, como tienen el buen gusto de no sacar canciones nuevas, sólo tocan las que nos gustan.

6/7/09

Manila, 1661

Ayer hice una razzia por el Rastro y levanté una pieza de las que a mí me gustan, a buen precio y en estado más que aceptable:

"Cuestiones Filipinas" 1ª Parte: Los Chinos (Estudio social y político) por Rafael Comenge, Doctor en Derecho, Ex-Diputado á Cortes, Fiscal de lo Contencioso-Administrativo y Asesor Letrado del Consejo de Administración de Filipinas.- Manila - Tipo-Litografía de Chofré y Compª. Escolta num. 33.- 1894."

No puedo resistirme a transcribir un pasaje. Estamos en 1.661. El Pirata Kue-sing, "el más fuerte y valeroso de los insurrectos", Después de vencer a las fuerzas del Celeste Imperio y a los holandeses, fija sus ojos rapaces en las Filipinas. A través del Padre dominico Victorio Ricci, natural italiano, envía embajada al Gobernador de Filipinas. Hay que decir que el pirata controlaba parte de la costa sureste de China y tenía a sus órdenes como 40.000 hombres (en China, siempre todo es a lo grande); mientras que el Gobernador español a duras penas logró reunir 250 soldados españoles, 300 mercenarios japoneses y algunos centenares de "indios de paz", flecheros y piqueros. He aquí la misiva del pirata y la contestación que recibió

"Razón conocida es, así antigua como moderna, que a los esclarecidos príncipes, escogidos por el cielo, cualquiera descendencia de nación extraña, reconozca con tributos y parias. Los necios holandeses, no conociendo ni entendiendo los mandatos del cielo, obraron sin miedo ni vergüenza, agraviando y tiranizando mis vasallos, y aun robando y salteando mis champanes de mercancías. Por lo cual, tiempo hacia que yo deseaba formar armada, para castigar sus culpas; pero, dándome el cielo y la tierra un raro sufrimiento, y anchura de corazón, contínuamente enviaba amonestaciones y exhortaciones, como de amigo, esperando que se arrepintiesen de sus culpas y se enmendasen de sus pecados. Pero ellos más duros, más desatentados y perversos, no se dieron por entendidos. Yo, enojándome grandemente en el año sintiv, en la cuarta luna, levantándose la fuerza de mi enfado, formé armada para castigar sus delitos; y en llegando los prendí, maté y destruí sin número, sin tener los holandeses por donde huirse, que desnudos, humildemente pedían quedar bajo nuestro comando.

(...)

Envío, pues, por delante al padre embajador, y mandato de consejo y aviso amigable, para que vuestro pequeño Reino, si reconoce la voluntad del cielo y los propios yerros, venga cabizbajo al régio homenaje, cada año ofreciendo parias. Y en tal caso mando que vuelva el padre á darme respuesta de la embajada, y yo daré perfecto y sólido crédito, y seré justo, perdonaré vuestras antiguas culpas, concediéndoos vuestro real lugar y dignidad; juntamente mandaré á los mercaderes que vayan allí á sus contratos. Y cuando vosotros, engañados, no caigais en la cuenta, llegará luego armada que vuestras fuerzas, estanques, ciudades y almacenes; lo precioso y las piedras mismas, juntamente abrasaré y destruiré; aunque pidan pagar tributo y reconocimiento, no lo podrían entonces alcanzar. Ejemplo ocular sean los sucesos del holandés, y el padre en tal caso no es menester que vuelva por delante (...) Vuestro pequeño Reino muy aprisa lo piense, no dilate para después el arrepentimiento. Solamente aviso amigablemente, amonesto y enseño. En 16 años del Rey Englec á 7 de la tercera luna [21 de abril de 1662] en isla Hermosa. Kue-sing."

Respuesta del Gobernador de Manila:

"D. Sabiniano Manrique de Lara, caballero de la orden de Calatrava, del Consejo de S.M. Católica el Rey nuestro Señor D. Felipe IV, gran monarca de las Españas, de las Indias orientales y occidentales, islas y tierra firme del mar océano, su Gobernador y Capitán General en las Filipinas y Presidente de la Audiencia y Chancillería real... á Kue-sing que rige y gobierna las costas marítimas del Reino de China.

No hay nación que ignore, que los españoles solo obedecen a su Rey, reconociendo y adorando á Dios todopoderoso, criador de cielo y tierra, causa de todas las causas, sin principio medio ni fin y que en su ley santa viven y en su defensa mueren (...)

Y como quiera que se ha extrañado, quitando toda causa de desagradecimiento, mandé salieran de estas islas, los sangleyes [chinos] que en ellas había, gozando de sus comodidades y granjerías libremente, con sus haciendas y bajeles; por que tengáis más copia de ellos, para venir; sin hacer caso del alboroto que promovieron algunos, recelosos de que se les quitasen las vidas, por lo inadvertido de vuestra carta (que culparon de atrevida, falta de razón y seso), usando de toda piedad, por no empeñar en poco los aceros, ni disminuir el valor que Dios nos ha dado, tal, que doblando y redoblando vuestra potencia más de lo que encareceis, nos parece corta á emplear los bríos con la obligación. Y así, se os responde: que en vuestra voluntad no está el hacer grandes ó menores Reinos, por ser corta y limitada vuestra vida y comprensión; que nacisteis ayer y habeis de morir mañana, sin que en el orbe haya ni quede memoria de vuestro nombre; que no sabeis más mundo que el de la China, y por acá corren diferentes aires, son las influencias distintas, y de cerca los colores otros de los que se perciben de lejos por los ojos ó por los oidos; que quedan cerrados todos los puertos y tierras, para no admitir ningún bajel ni persona vuestra, si no fuese arrepentido, por los medios de la paz y con el resguardo competente al fin de la conservación y timbre honorífico de las armas españolas y gloria de Dios nuestro Señor; y que si perseverais sereis recibido como enemigo, correrán por vuestra cuenta las muertes que habeis armado, con los peligros y precipicios que os amenazan, firmes y constantes á la defensa natural y derecho de las gentes. Y si no os quisiéredes cansar avisando, los españoles os irán á buscar, aunque tendreis bien que entender con los tártaros y con la nación holandesa. (...)

Manila á diez días de Julio, de 1662 años.

3/7/09

Trabajitos de la Facultad

Travnik


Esta carta fue enviada en la primavera del año 1.186 por Mehmet Bajá, alto funcionario al servicio del Visir en Travnik, a su amigo Selim bey, de Mostar.

"En el nombre de Dios, el Compasivo, el Misericordioso.

Que Él te mantenga la salud a tí y a los tuyos, querido amigo. Te envío esta misiva por conducto de mi fiel Rasim, que seguirá camino hasta Dubrovnik con un encargo mío. Volverá a pasar por allí de regreso a Travnik, así que, si lo deseas, puedes entregarle tu respuesta a su vuelta. Como sabes, es hombre fiel, sordo, ciego y mudo.

Los tiempos están cambiando, querido amigo, y cosas que nos hubieran parecido extrañas en otro tiempo, son hoy hechos a los que nos hemos llegado a acostumbrar. Sigo intentando ganarme la confianza del Cónsul francés, que lleva tiempo aquí; pero desconfía, desconfía... El hombre está tan desorientado, todas nuestras costumbres le parecen tan bárbaras, que parece haber adoptado como norma el pensar que todos esperamos cualquier oportunidad para ponerle en un aprieto. En parte, no deja de tener razón, pero, si supiera lo que hablan de él en el bazar, seguramente perdería su aire imperturbable.

Yunnuz Bajá ha regresado hace unos días de Split y está muy impresionado por el Ejército francés. Tuvo una entrevista con el mariscal Marmont y éste le obsequió con una demostración de sus tropas. ¡Ay, Selim!, esos soldados que están conquistando el mundo son un ejército de verdad: están encuadrados en unidades regulares, obedecen a sus jefes, y sus jefes obedecen en todo a Napoleón. Lo que nos hicieron en Egipto, podrían hacerlo aquí, si Napoleón y el Sultán, a quien Dios nos conserve, no se hubieran puesto de acuerdo contra los ingleses. Pero, si no le fuéramos útiles por eso, sería para ellos un paseo apoderarse de toda Bosnia: los cristianos los recibirían con los brazos abiertos. Los serbios, fíjate los problemas que nos dan; imagina si tuvieran la ayuda de los franceses. Ahora, creo yo, Austria es nuestra aliada sin quererlo. Si no anduvieran en guerras unos con otros, ser´riamos el pastel que se acabarían repartiendo sin demasiado esfuerzo. En este sentido, la alianza de Napoleón con el Zar de los rusos me preocupa. Selim: somos la presa que todos codician y sólo eso nos permite seguir manteniendo la apariencia del Imperio.

La Sublime Puerta ya no da miedo a los cristianos. Somos una pieza en el gran juego de las potencias. Tenemos muchas tierras, ricas, pobladas; somos refinados, pero ya no somos fuertes. A duras penas conseguimos mantenernos entre revueltas constantes. La gente con cierto poder (con más que yo, en todo caso) parece vivir en un sueño; creen que degollar de vez en cuando a unos cuantos campesinos serbios es ser poderoso, y eso no cuenta en el concierto de las naciones.

Los más viejos, el propio Visir, desprecian a los extranjerros, dicen que, si Dios quiere, Napoleón pasará, como otros antes que él, y es cierto; pero nosotros también. Los viejos tiempos ya no volverán. Tenemos aquí, en Travnik, un cónsul francés, y otro austríaco: son enemigos, se odian entre sí porque sus países están en guerra, pero en el fondo están unidos contra nosotros. Entre sí se reconocen, tienen las mismas costumbres, se entienden mientras que nosotros seguimos sioendo algo incomprensible. Ellos aprenden de nosotros, quiero decir, que se enteran de lo que pasa y se lo cuentan a sus Gobiernos... en fin, yo leo sus cartas, claro, pero no puedo retenerlas todas.

También nosotros deberíamos aprender de ellos. Hay que hacer algo, querido amigo. Debiéramos aprovechar de algún modo estas guerras de los cristianos, que nos dan tiempo y, con la ayuda de Dios, aprender. Sus estados funcionan, son prósperos y poderosos, al contrario que nosotros, y nosotros podemos hacer lo mismo, que no somos tontos. Si ya una vez fuimos el terror de todos ellos, no veo por qué no podemos volver a serlo. Aunque yo me conformaría con menos; sencillamente con que nos respetasen.

En Egipto quedó claro que no podemos luchar contra ellos. Yo aprovecharía el interés de Napoleón por ganarse al Sultán, a quien Dios proteja y dé prosperidad, para enviar representantes a su corte. Enviaría a jóvenes seguros a Francia, para que aprendiesen cómo se gobierna un Estado moderno. Fíjate en los ingleses: su imperio se basa en el comercio, sus comerciantes van por delante de sus soldados. En cambio nosotros, y que Dios me perdone, convertimos a los comerciantes en nuestros enemigos, porque les sacamos la sangre y les obligamos a engañarnos. Lo mismo con los campesinos. No podemos vivir sólo de expoliar a los pobres, porque de ese modo ellos se levantan contra nosotros y tenemos que pacificarlos, y para eso necesitamos levantar tropas; para levantar tropas, necesitamos más dinero, que sacamos de nuevos impuestos, que provocan nuevas rebeliones... es la serpiente que se muerde la cola. tenemos que comerciar, como hacen los ingleses, y tener un ejército como tienen los franceses, que no haya que estar comprando a cada rato. Si no fuera por mis mamelucos, los que me traje de Egipto, te digo que no sé si me atrevería a salir a la calle.

Lo peor es que, si no actuamos en este sentido, tarde o temprano, unos y otros acabarán sus guerras y empezarán con nosotros. Quisiera evitarlo, con la ayuda de Dios y en la medida de mis pobres fuerzas; pero veo que despreciamos toda novedad como algo fastidioso, cuando no diabólico; que estamos replegados sobre nosotros mismos, sin interesarnos lo que ocurre fuera; que somos bien cortos de miras, pues sólo nos movemos por el propio interés, y por ganar un poco hoy derrochamos lo que podríamos cosechar mañana o pasado mañana. Estamos desunidos, y nos aliaríamos con el mismo Satán (que Dios me perdone) con tal de hacer daño a nuestro vecino, aunque luego nos arrastrase al infierno. Tenemos mucho trabajo, pero un trabajo cuyos frutos no veremos ni tú ni yo. Estoy hablando demasiado, querido amigo. Queda con Dios. Que Él te colme de bendiciones."

1/7/09

Buena crianza II



Metro de Madrid, vagón de la línea 10, interior, día.

Se abre la puerta del vagón. Entro. Por alguna extraña razón, hay sitio para sentarse. Me siento. Abro el periódico y me regocijo en el descanso de mis cansados miembros. Se nota que ya estamos en julio y vacaciones, porque el noventa por ciento de los viajeros son más jóvenes que yo. Frente a mí, una joven de exhuberante pectoral, junto a dos jovencitas de aspecto pijo, raras en el transporte público, de no más de diecisiete años, acompañadas de la que sin lugar a dudas es la madre de la rubia (por lo menos, la llama mamá). Una pareja de mochileros, que seguro que van al albergue de la Casa Campo (el de jóvenes estudiantes, no el de indigentes que está al lado de Los Veranos De La Villa, que está al lado de donde la metadona). Otro jovencito sudamericano, uniformado de Latin King o secta parecida. Otros tres, uniformados de lavapieseros, con rastas, pantalones pirata de marca y camisetas con hojas de maría, caras de Bob Marley y una A inscrita en un círculo; éstos hablan sobre libertad y rebeldía contra El Sistema. Otro par de pijos, sin duda universitarios... En fin, el catálogo completo, currantes excluidos. Más gente, ojo, treintaañeros; algún abogado (a los oficiales de Procurador se les distingue por el trolley) que vuelve de la Plaza Castilla. En fin... y yo.

Yo, que voy tan fresco leyendo la prensa después de toda la mañana dando vueltas por Madrid haciendo cosas relacionadas con el curro. Todos los asientos están ya ocupados.

Y, claro, en ese preciso momento, se abre la puerta del vagón en Alonso Martínez y entra una señora de unos ochenta años, con bastón, faz apacible y evidentes muestras de fatiga. La miro, como quien se enfrenta al destino inexorable. Miro rápidamente a mi alrededor con ojo experto: como siempre, todos se dan cuenta y todos se hacen los suecos: unas hunden profundamente la nariz en la última novela de Larsson, algún Letrado levanta el periódico hasta formar un valladar impenetrable entre sí mismos y la realidad circunstante; otros acentúan lo profundo de su mirada perdida en dramáticas reflexiones sobre la vida y el futuro de la humanidad; los mochileros que van para el albergue miran sus mochilas y ponen cara de infinito agotamiento; los lavapieseros miran para otro lado, como si El Sistema estuviera a punto de irrumpir en el vagón por el lado contrario. Incluso la madre de las adolescentes pijas -ajena a las obligaciones de su cargo- afecta mirar al techo del vagón mientras parece silbar para sus adentros.

Soy el único de todo el vagón que -el deber es el deber- se levanta y le dice que, señora, siéntese, por favor. Ella me mira estupefacta y hasta se resiste retóricamente (la buena crianza) "No se moleste, joven...". "Siéntese, señora". "Gracias, muy amable."

Y, como casi cada día, me pregunto en qué puto mundo vivimos.