23/10/12

La Educación como arma. Nada nuevo bajo el sol.

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Cosas que deberían enseñar en el cole y dejarse de mamonadas. ¿Cómo van a sobrevivir los estudiantes actuales a un ataque zombi?

Hay muchas formas de privar a los humanos de su derecho a la educación y aumentar el número de alumnos por profesor no es la más grave, aunque aumente el paro. Yo estudié con cuarenta y tantos compañeros y me consta que recibí mejor educación que la mayoría de los educandos actuales. Mucho más daño han hecho las sucesivas leyes educativas desde los 90, con su secuela de eliminación del conocimiento como algo secundario y la cantonalización en diversas concepciones de la realidad, cuanto más limitadas mejor, a beneficio de los gobernantes de turno. Y la tendencia actual a limitar el acceso a la enseñanza por motivos económicos, tanto en la Universidad como en primaria, dedicando a las empresas privadas el dinero que se le quita a la enseñanza pública. En mi modesta opinión, los que tuvieron la idea de cobrar por llevarse la tartera al cole deberían haber sido linchados hace tiempo por una multitud enfurecida. En fin, como ya hemos dicho otras veces, cometieron el error de enseñar a leer y escribir a los esclavos, y lo están remediando. Limitar el acceso a la educación es un arma fundamental de contrainsurgencia preventiva. Siempre lo ha sido. Para ilustrarlo, ¿qué mejor que los clásicos?

“¿Cómo es que 200.000 personas son capaces de explotar a 70 millones con impunidad? ¿Tienen esos 200.000 más vigor físico o más inteligencia natural que los otros 70 millones? Es suficiente plantear esta cuestión para obtener una respuesta negativa. El vigor físico está, por supuesto, fuera de duda, y en lo que respecta a la inteligencia natural, si tomamos al azar 200.000 personas del estrato más bajo y comparamos su capacidad mental con la de los 200.000 explotadores nos convenceremos de que los primeros poseen mayor inteligencia natural que los últimos. Pero éstos tienen una enorme ventaja sobre las masas del pueblo: la ventaja de la educación.

Sí, la educación es una fuerza, y por muy mala, superficial y pervertida que pueda ser la educación de las clases altas, no hay duda de que contribuye poderosamente, junto con otras causas, a la retención del poder en manos de una minoría privilegiada. Y aquí surge la pregunta: ¿por qué está educada la minoría, mientras la inmensa mayoría permanece sin educar? ¿Es porque la minoría está más capacitada en este sentido que la mayoría? De nuevo es suficiente hacer esta pregunta para obtener una respuesta negativa. Hay mucha más capacidad de este tipo entre las masas del pueblo que en la minoría. Lo cual significa que la minoría disfruta del privilegio de la educación por razones completamente diferentes.

¿Cuáles son esas razones? Por supuesto, son conocidas por todo el mundo: la minoría ha permanecido largo tiempo en una posición en la que le era accesible la educación, y todavía permanece en dicha posición, mientras las masas del pueblo no pueden obtener ninguna educación; es decir, la minoría está en la situación ventajosa del explotador, mientras el pueblo es la víctima de su explotación. …

Poco a poco, la mayoría de los explotadores por nacimiento o posición social heredada comienza a creer seriamente en sus derechos innatos e históricos. Y no sólo ellos. Las masas explotadas, sometidas a la influencia del mismo hábito tradicional …, comienzan también a creer en los derechos de sus explotadores ; y continúan creyendo en esos derechos hasta que la medida de sus sufrimientos colma el vaso, despertando en ellos una conciencia diferente.

Esta nueva conciencia despierta y se desarrolla en las masas del pueblo muy lentamente. Pueden pasar siglos hasta que comience a agitarse; pero una vez que se pone en movimiento, no hay fuerza capaz de corregir su curso. Por eso, la mayor tarea del arte de gobernar es impedir ese despertar de la conciencia racional del pueblo, o por lo menos retrasarlo al máximo.

El retraso en el desarrollo de la conciencia racional en el pueblo se debe a dos causas: en primer lugar, el pueblo está abrumado por el duro trabajo, y más aún por los apuros de la vida cotidiana; segundo, su posición política y económica le condena a la ignorancia.

Saber es poder, y la ignorancia es la causa de la impotencia social. La situación no sería tan mala si todos se hundieran en el mismo nivel de ignorancia. Si así fuera, los dotados por la naturaleza con mayor inteligencia serían los más fuertes. Pero ante la progresiva educación de las clases dominantes, el vigor natural de las mentes del pueblo pierde su significado. ¿Qué es la educación sino el capital mental, la suma del trabajo mental de todas las generaciones pasadas? ¿Cómo puede una mente ignorante, por vigorosa que pueda ser su naturaleza, triunfar en una batalla contra el poder mental colectivo producido por siglos de desarrollo? Por eso, a menudo vemos a hombres inteligentes del pueblo asustados ante cretinos instruidos. Esos idiotas no abruman a los demás por su inteligencia natural, sino por su conocimiento adquirido.

Sin embargo, esta situación sólo se produce cuando un campesino astuto se encuentra con un necio instruido en algún nivel de cosas que desborda su perspectiva intelectual. En su propio medio de asuntos familiares, una persona media educada no puede rivalizar con el campesino. El problema está en que, debido a la ignorancia del pueblo común, el alcance de sus pensamientos tiene límites estrechos. Son raros los campesinos con una perspectiva mental que se extienda más allá de sus aldeas, mientras el más mediocre de los hombres instruidos aprende a abarcar con su mente superficial los intereses y la vida de todos los países. Fundamentalmente es la ignorancia lo que impide al pueblo tomar conciencia de sus intereses comunes y de su inmenso poder numérico. La ignorancia le impide alcanzar un mutuo entendimiento y construir una organización de rebeldía contra el robo organizado y la opresión, contra el Estado. En consecuencia, todo Estado sensato usará cualquier clase de medios para preservar esta situación de ignorancia popular en la que se apoyan el poder y la existencia misma del Estado.

Mijail Bakunin: Tácticas y Métodos de Actuación.